Estrenat el 21 de desembre de 1984 al Teatre Cirviànum (Torelló, Barcelona).
Es va representar fins el 28 de desembre de 1985.
DOSSIER INFORMATIU
Sobre el cas “Malampià” de reprogramació d’una parella amb síndrome agut
d’enclaustrament en 25 sessions de teràpia pública.
Documentació corresponent a la NOVENA SESSIÓ
El perquè d’una teràpia pública
Sempre he detestat l’anonimat sòrdid del gabinet i el divan. És de sobres conegut per a tothom, la necessitat que el terapeuta estigui convenientment psicoanalitzat i que aquest procés no acaba mai, motiu pel qual jo em psicoanalitzo amb el públic, del qual en rebo unes sensacions benefactores i relaxants que em permeten treballar amb més precisió.
La meva gran afecció al teatre va ser el desencadenant d’aquest mètode que em va portar a investigar més profundament les arrels del psicodrama i la falta d’elements catàrtics en la teràpia psicodramàtica tradicional. No és cap secret que l’actor creixi en front del seu públic, i que aquest a mesura que l’actor creix, s’entrega més i viceversa.
Investigant sobre els beneficis psíquics que es deriven de les confessions públiques, descobreixo també, en algunes teràpies, la importància de l’espectador, ja que aquest actua com a “reforçador”, tant en els pacients com en el psiquiatre. És a dir, si 20 persones m’admiren i desitgen al mateix temps l’èxit de la meva gestió, generaran en els pacients una energia de tal potència que el resultat serà increïblement òptim i extraordinàriament ràpid.
Verifico també que al públic li apassiona observar una sessió psiquiàtrica, on pot satisfer la seva morbosa obsessió per tot allò que és anormal, sòrdid, etc. I així arribar a sentir-se sa enfront dels pacients. La simbiosi, públic-pacient-terapeuta, es convertirà en un triangle perfecte en què cada element sortirà beneficiat d’aquesta interelació.
E. Libermann
Eduardo Libermann: Antoni V. Valero
Rita Llopis: Pepa López
Javier Z.: Juan Viadas
Rogelio Riu: Carles Mallol
Marisa M.: Sara Molina
Direcció: Albert BOADELLA
Ajudant de direcció: Glòria ROGNONI
Escenografia: DINO IBÁÑEZ – Antoni ROSSELLÓ (Estudi 31)
Vestuari: Rosa CREHUET
I.lluminació: Quico GUTIÉRREZ – Cesc BATLLE
So: Llucià COMERMA – Dani COROMINA
Producció: Els Joglars
PRODUCCIÓ DEL CENTRO NACIONAL DE NUEVAS TENDENCIAS ESCÉNICAS
DE MADRID AMB LA COL·LABORACIÓ D’ELS JOGLARS
Esa plaga freudiana que nos invade
La Vanguardia
22/11/1985
Joan-anton Benach
En unas declaraciones decía Albert Boadella: “Aunque no se note demasiado, en
el espectáculo vuelve a salir una especie de hiperfobia contra una agresión
antimediterránea. Me molesta profundamente esa explicación freudiana de la
vida, que está tan extendida que ya llega hasta los campesinos de Pruit… Ese
rechazo instintivo viene del convencimiento de que nuestra civilización
mediterránea –España, Italia, Grecia…- ha aportado explicaciones más sabias,
más antiguas y más divertidas. Y que mientras el análisis freudiano le viene bien
a otras culturas, en la nuestra entra mediante una gran violencia, porque esa
manipulación del individuo, ese intervenir directamente en la mente del otro
(que no es lo mismo que coser un estómago agujereado) con conceptos de
normalidad, a mí me ha parecido siempre una agresión brutal y, por esa misma
razón, profundamente teatral.”
La munición de Boadella va destinada, pues, en esta oportunidad, a tirotear la
plaga freudiana que nos invade. Gabinete Libermann actúa contra el fenómeno
y también, claro, contra los profesionales que lo propagan. El asunto va de
desprogramación de una pareja que ha perdido o adulterado sus hábitos de
relación social y de conducta doméstica, sentimental y sexual, después de vivir
varios años encerrados en un pequeño habitáculo. En una sesión de terapia
pública, el doctor Libermann, argentino, le cuenta al espectador los métodos
que utiliza para la curación de la pareja cuyo trauma esencial descubrimos en la
parte última del relato: sus dos pacientes desquiciados decidieron
autodestruirse después de que fuera cortado un arbolito que crecía frente a su
casa. Aunque el dato resulte colateral dentro de la narración escénica, basta
para ilustrar la saludable alergia que experimenta Boadella ante cualquier
simplificación maniquea, que se sitúe por debajo de los grandes depredadores
de la libertad. Aquí, Boadella aprovechó la ocasión para propinar un alfilerazo a
ese ecologismo melifluo que se derrite ante la más mínima señal clorofílica.
También delata la gran atención que el director presta a los aparentemente
accesorios, el dato de la nacionalidad del doctor Libermann. En cualquier caso,
Gabinete Libermann refleja a través de sus numerosos ingredientes, el
detallismo con que Boadella se aplicó a un trabajo de documentación que
hiciera suficientemente verosímil la propuesta, condición indispensable para
que fuera, a la vez, suficientemente divertida. Desde el punto de vista científico,
contaba Boadella con las limitaciones y contradicciones a las que se enfrentaba,
obligatoriamente superables, por otra parte, de haber pretendido una tesis
doctoral o un psicodrama para alumnos de la Facultad de Medicina y no una
obra de teatro con una carga crítica inteligible para todos. “Yo hago
intencionadamente una amalgama entre dos mundo irreconciliables, el
conductismo y el psicoanalítico, que a pesar de darse entre sí de patadas, el
doctor Libermann ha conseguido casarlos perfectamente en su terapia.”
El psicoanálisis de Woody Allen
Sólo quiero apuntar que contiene más mala uva la ultimísima escena en la que
Libermann se quita sus rojos zapatos de tacón, que todo el jolgorio anterior al
que hemos asistido. Por ahí el gremio psicoterapeuta puede salir más escocido
que a lo largo del divertido tiroteo encajado hasta ese momento final.
En relación con anteriores espectáculos creados por Boadella y con el que
próximamente se estrenará en Barcelona, Gabinete Libermann ofrece una
considerable contención y revela la voluntad de alcanzar una coherencia interna
a salvo de cualquier amalgama de provocaciones que pudiera esperarse del
asunto tratado. Con todo ello quisiera advertir sobre el peso de un prejuicio
susceptible de actuar sobre el espectador que aguarda un cierto tipo de impactos
de todo trabajo que lleva la firma del director de Els Joglars. En otras palabras
background singular de dicho trabajo, el rayo del escándalo que alcanza a
muchos espíritus traspuestos por las bromas de Boadella, son factores que
pueden perjudicar la adecuada recepción de Gabinete Libermann que, situado
fuera de contexto de la pertinaz notoriedad periodística de que goza su director,
ha de ser valorado como una excelente diversión teatral. Los elementos
objetivos para esa valoración se hallan no sólo en un texto que circula
hábilmente alrededor del tópico –fomentado principalmente por un humor
antiguo, de raíz anglosajona, y que iría desde la abundancia de chistes ilustrados
en torno al diván del psiquiatra hasta los apuntes psicoanalíticos de Woody
Allen-, sino también en el magnífico trabajo de cinco actores dirigidos con esa
exigencia incuestionable que constituye una de las más irrebatibles coartadas
con las que Boadella puede defender su gran profesionalidad.