És una producció d’Andrés Vicente Gómez per a Lolafilms SA. El film, amb direcció i guió d’Albert Boadella, és interpretada en els seus papers principals pels actors d’Els Joglars.
Gravada durant els mesos de novembre i desembre de 2002 i estrenada l’octubre de 2003.
Han passat 27 anys de la mort de Franco, i gairebé els mateixos, des de l’agonia i extinció d’un règim, l’última etapa del qual només es sostenia al voltant de la seva presència, en el sentit més literal del terme.
La distància que ens separa avui de l’esmentada extinció, facilita a la generació que vàrem patir de ple la falta de llibertats públiques, una mirada menys vehement sobre aquell obscur passat. Però no hem d’oblidar que també va ser aquesta mateixa generació la que es va revelar incapaç de plantejar una actitud el suficientment enèrgica i eficaç com per precipitar el final del totalitarisme.
El dictador es va pendre tot el seu temps per a extingir-se, i possiblement aquest complexe hagi gravitat sobre la nostra generació de manera persistent. La forma de paliar aquesta frustració, es materialitza sovint amb una curiosa dualitat; d’una banda, una certa desmesura en la descripció del grau de perversitat del dictador i el seu règim, d’altra banda, la creació d’una llegenda segons la qual fou la nostra generació qui va decidir el final del franquisme.
La pel·lícula es centra essencialment sobre aquests dos conceptes, encara que tractats amb la ironia i l’humor que ens indueix la llunyania dels fets. Per això, presentem un retrat de Franco centrat en els dos últims anys de la seva vida. Un episodi en el que ens trobem davant un poder exercit per un malalt i senil dictador, en el qual el seu entorn més pròxim, no té cap més objectiu que mantenir-lo en vida per sobre de tot amb la finalitat d’assegurar-se la seva pròpia supervivència. Han passat els temps de la creu i la espasa i ara es tracta només de sobreviure, aprofitant, com en la llegenda, un Cid que cabalca mig mort, però que segueix atemoritzant als seus adversaris amb la feroç mitologia del passat.
Els gestos autoritaris són ja un pur automatisme que els adversaris s’esforcen a presentar com a testimoni d’una sofisticada perversitat, per no haver de reconèixer una indiscutible realitat; la d’un poder decrèpit i un règimen descomposat que només es manté sota el síndrome d’Estocolm de tot un poble.
L’interior d’El Pardo amb els seus sòrdids personatges, serveix per crear situacions delirants com a conseqüència d’un entorn temerós i servil. En aquest sentit, la pel·lícula cabalca entre l’autèntica realitat, recolzada per una majoria de fets comprovats, i determinades situacions que bé haguessin pogut succeir en semblants circumstàncies.
En definitiva, es tracta d’una història que fuig de qualsevol impuls revengista o del simple divertiment. La pel·lícula pretén aportar una reflexió, no només específicament sobre l’ombra d’un cabdill degradat, sinó també sobre la misèria mental i la ridiculesa que comporta la decadència del poder absolut. En aquest cas, l’humor no és obstacle per a la reflexió, sinó tot el contrari; contribueix a facilitar una visió distanciada i potser didàctica de la història.
Albert Boadella
Els Joglars
RAMON FONTSERÈ
PILAR SÁENZ
MINNIE MARX
XAVIER BOADA
JESUS AGELET
LLUÍS ELIAS
DOLORS TUNEU
JORDI RICO
PEP VILA
JORDI COSTA
MONTSE PUIG
Director d’Art: FÉLIX MÚRCIA
Música: ÀNGEL ILLARRAMENDI
Director de Producció: LUIS GUTIÉRREZ
Muntatge: ALEJANDRO LÁZARO
Director de Fotografia: JOSÉ LUIS LÓPEZ LINARES
Productors Associats: JOSEP MARIA FONTSERÈ, MARCO GÓMEZ
Produïda per: ANDRÉS VICENTE GÓMEZ
Escrita i Dirigida per ALBERT BOADELLA
Amb la participació de:
JUAN VIADAS
CARLES ROMEU
TERESA BERGANZA
LUIS CUENCA
SATURNINO GARCÍA
Entrevista a Albert Boadella: "FRANCO FUE UN INÚTIL"
EL CULTURAL. EL MUNDO 2-8/01/2003. LIZ PERALES
Albert Boadella acaba de terminar en Madrid el rodaje de ¡Buen viaje, Excelencia!, la película con la que debuta en el cine. A sus retratos teatrales de Dalí, Pla y Pujol se une ahora Franco, "un muermo de personaje" que interpreta Ramón Fontserè. No ha pretendido ajustar cuentas con el régimen que lo encarceló por dirigir La Torna, sino ofrecer un relato "humorístico, distante y crítico". El Cultural ha hablado con el director catalán sobre su particular idea del personaje y sobre la iniciativa de llevarlo a la gran pantalla.
Asistimos al último día de rodaje en un estudio de la Ciudad de la Imagen de Madrid. Es el entierro de Franco. Al ver a Boadella rodeado como tantas otras veces de personajes con sotana y espadón, y sabiendo de sus recelos hacia la producción cinematográfica, le preguntamos por qué no hace este relato sobre Franco en su medio habitual, el teatro: "El público de teatro es casi de coleccionista, es muy especializado, y un tema sobre Franco en teatro hubiera resultado casi endogámico. En el cine hay más de todo, se llega a casi toda la ciudadanía, es un público más tibio. Si lo hubiera hecho en teatro se lo hubiera contado a los antifranquistas, y a esos ya los tengo ganados de antemano".
-Sin embargo, parece que la película puede incomodar también a los sectores progresistas...
-Más que dirigirme a mi generación, a la de los progres, lo que les planteo es una responsabilidad importante al hacer aparecer a un Franco en los dos últimos años de su vida, un Franco decrépito, senil, dictando las normas a un país de 37 millones de habitantes cuando nuestra generación era ya adulta, y lo que planteo es: ¿cómo es posible que mantuviéramos esta situación, esta agonía que no se acababa nunca? Si Franco hubiera vivido cinco años más, hubiera seguido en el poder. Aquí sí que hay una acusación, en la presentación realista del personaje. Uno puede explicarse al Franco de los años 50, un dictador enérgico, pero no el de los años 70.
-¿Cómo explica entonces que el régimen se extinguiera por sí solo?
-Existía un síndrome de Estocolmo, del que la izquierda fue también víctima. La gente empezó a vivir más o menos bien, sin llegar a extremos, sin represión excesiva, y prescindió de Franco. Da la sensación de que se acabó con Franco, pero esto es una mentira que se ha extendido. De eso nada: Aguantamos a un hombre que era un mediocre, un ignorante, un malísimo militar -yo que tengo a los militares en mucho mejor concepto-.
-¿La distancia en el tiempo le ha permitido abordar el tema con menor vehemencia y más humor?
-Creo que los años pasan y ayudan a aclarar las cosas. Ahora, han pasado 27 años y prácticamente no se ha tocado el tema. Me parece muy bien que durante la Transición se hiciera un pacto tácito de no entrar en ninguna depuración. Pero ya hay que hablar de quién era ese señor, es importante mirar hacia la historia porque arroja lucidez al presente y a lo mejor vemos cosas que tienen que ver con el hoy. Ahora, si yo hubiera hecho esta película antes, quizá me hubiera despachado con toda mi ferocidad y 27 años después me permito hacer una película en sentido irónico.
-Sentido irónico ¿y quizá sentido didáctico?
-Dentro del juego tragicómico de la película existe la voluntad didáctica de acabar de una vez por todas con la Transición. Ya dura demasiado.
Una mentira colectiva
-¿Se ha documentado a fondo sobre la figura de Franco?
-Hay un libro de un ex profesor de la Academia Militar de Zaragoza, La incompetencia militar de Franco, que creo que es realmente lo mejor que se ha escrito sobre él. Y he leído, si no la totalidad de libros, casi todos: a favor y en contra. En él se hace una demostración palpable del mito en el que incluso la izquierda ha caído de que Franco podía ser muy mal político, pero en el fondo era un buen militar. Es un error inmenso: Franco era de una mediocridad absoluta. Desde el punto de vista técnico, es un hombre que en la Academia de Toledo sobre 300 alumnos, fue el 280 de su promoción, un auténtico inútil. Pero se ha ido fraguando una mentira colectiva y yo me encuentro cuando empiezo a trabajar en el guión que, en la segunda página, no sabía qué escribir, no había personaje, era un muermo, y tenía que escribir 120 folios más. Y claro, a ver cómo cuentas una historia para demostrar que el tipo era un muermo y que al mismo tiempo distraiga al público.
-¿La solución ha sido la caricatura del personaje?
-No. He hecho un retrato con materiales reales, como los lugares que aparecen, -El Pardo, Belchite- pero también materiales que no son auténticos pero que podrían haberlo sido. Provoco ciertas situaciones que no ocurrieron para que aparezcan otras facetas del personaje. Sería un retrato en el procedimiento pictórico de los impresionistas más que en el de los hiperrealistas.
-Aunque usted ya había hecho varias series de televisión con Els Joglars y una película documental que dirigió Jean Louis Comolli, Vidas y muertes de Buenaventura Durrutti ¿No ha tenido reparos para enfrentarse a la dirección cinematográfica?
-En cine tienes unos apoyos importantes, puedes delegar las responsabilidades. Por ejemplo, el director de fotografía es José Luis López Linares, en quien delego la responsabilidad absoluta. En cine es importante la producción, el sonido, el montaje... En cierta medida, creo que cualquiera puede ser director de cine, otra cosa es que la película esté bien. Así como ser director de fotografía es complicado porque hay que saber iluminar con precisión, conocer un código, ser director de cine es relativamente fácil. Y más en España, en el que todo el mundo se atreve con todo, parece incluso que lo de ser director sea un derecho constitucional..., pues no, no he temido hacerlo.
-¿Qué precedente cinematográfico podríamos tener en cuenta para hablar del tono y el género de Buen viaje, excelencia?
-Aquí en España no he visto nada parecido. Quizá alguna película americana sobre el antiguo presidente Nixon, pero no es el caso. Está más cerca de El gran dictador, aunque sin buscar esa eficacia cómica. Pero sí en el retrato que hace, con sentido del humor, con crueldad en algunos momentos, con ternura en otros.
El cine como liberación
-¿No se confundirá con teatro filmado?
-No, no. Hay muchísimas secuencias y todas tienen un elemento visual que incluso tienen mis obras de teatro. El paso de un medio a otro no ha sido complicado, incluso me he liberado de algunas cosas. En el teatro me reprimo para no dar tanto relieve a la imagen y tratar de compensarlo con el texto, en cambio en cine, la imagen es vital, es el 80 por ciento.
-La ventaja de hacerla con su compañía es que ha ensayado mucho tiempo con sus actores ¿En qué han consistido estos ensayos?
-Los actores han cambiado su registro teatral. Hemos hecho muchas pruebas ante la cámara, para dar con el registro de actuación exacto que correspondía a esta película. No es igual una película que se hace en este tono que si se estuviera haciendo una comedia. Por otro lado, en el cine los menos artistas son los actores. El teatro es el arte del actor, pero el cine es el arte del productor, del director de fotografía, del montador. Sin embargo, si no hubiera sido con mi compañía, no hubiera hecho la película porque no me hubiera divertido. Es como Verdi, que escribía sus óperas para sus cantantes. Antes del rodaje, con la compañía hicimos la película en video y la montamos con música. Hicimos un guión auténtico. No es el story-board o el guión literario al uso, sino la maqueta entera. A veces, en el rodaje la utilizamos para ver alguna secuencia.
-¿Seguirá en el cine?
-Si consigo comunicarme con eso que se llama ciudadanía, por qué no. Pero el cine me parece demasiado troceable. Si lo puedo hacer en las condiciones que lo hacía Kubrick, bien.
-¿Y es tan maniático como él?
-Bueno, me refiero sobre todo a disponer de tiempo y preparación, a trabajar en un procedimiento. Pero me apetece más el teatro porque es más directo.
Conformismo total
-¿Va a seguir con sus retratos?
-El retrato es algo que me gusta mucho. Si hubiera sido pintor hubiera sido retratista, pues a través del retrato consigo extenderme a otras cuestiones y por otra parte tiene una gran ventaja, que es la identificación o el rechazo del personaje por parte del público.
-¿Y cree que el gran público entenderá ese papel de ángel desmitificador de su generación que parece haber adoptado?
-En estos momentos mi generación solo piensa en la nouvelle cuisine, en restaurantes sofisticados, y en tener una casita en el campo para ir los fines de semana. Y pocas cosas más. Una vida que nada tiene que ver con lo que trató de conquistar. Hay un conformismo total. ¿Quién hace cosas comprometidas sobre la realidad social y ética de este país? Nadie, sino que se hacen comedietas o historias endogámicas de amor. En ¡Buen viaje, Excelencia! no hay ni una sola escena de sexo ni de amor ni salen tías buenas.
EL PAÍS 15/11/2002. ROCÍO GARCÍA
Será un retrato impresionista, no hiperrealista, asegura su director. Con un fondo real, incluso cronológicamente, la película tratará situaciones que sucedieron de verdad y otras que no, pero que pudieron suceder. "Era un hombre tan plano tan muermo que por sí mismo no tiene ningún interés, como podían tenerlo Hitler o Mussolini", dice Boadella.
(...) "Que un hombre de 82 años completamente decadente, senil, físicamente deshecho continúe dirigiendo y mandando un país de 39 millones de ciudadanos que tenemos fama de indisciplinados es una paradoja tan extraordinaria... Son los años en los que la dictadura es más patética", explica el director, que ha querido incluir en el guión una dura autocrítica a su generación por dejar morir en la cama al dictador.
EL PERIÓDICO 15/11/2002. ANDRÉS GONZÁLEZ
Fontserè ha construido un hombre "acabado, física y psicológicamente" que, a pesar de todo, "tiene ramalazos de crueldad". A partir del patetismo, la ironía y el humor, el actor compone un ser "sin piedad" que, al mismo tiempo, "hacía caricias a los niños y era un viejecito encantador".
LA VANGUARDIA 26/10/2002. SANTIAGO FONDEVILA
Durante el verano pasado, Boadella y Els Joglars rodaron un vídeo en su local de ensayos del guión del director. (...) De hecho, podría decirse que ¡Buen viaje, Excelencia! tiene ya un copia en vídeo porque fue "un rodaje meticuloso y detallista hasta el punto de que si hacía falta un helicóptero lo traíamos". Eso ha permitido al director familiarizarse con el lenguaje cinematográfico y le servirá de referencia para el rodaje.
"No pretendo una mirada sociologicopolítica de la España de esos años, ni un análisis de cómo influían sus decisiones en los ciudadanos", sino "un retrato más íntimo, real pero no realista, basado en sus dos últimos años de vida".
EL PERIÓDICO 26/10/2002. GONZALO PÉREZ DE OLAGUER
...els actors principals del repartiment: Ramon Fontserè serà Franco, i Pilar Sáenz serà la seva dona, Carmen Polo. Xavier Boada encarnarà la figura del marquès de Villaverde i Jesus Agelet, un dels històrics del grupo, serà l'ajudant personal de Franco. Boadella, com ja ha fet altres cops, s'hi ha reservat un paper petit: el d'un cec que ven números de loteria.
La pel·lícula arrencarà amb una mena de reportatge sobre la figura de Franco, que barrejarà imatges documentals d'arxiu i imatges actuals, amb els personatges del film. "Hi ha diverses generacions que pràcticament no saben res de Franco i els donem un manual abreujat". (...) Als 27 anys de la mort del dictador, Boadella creu que ja és possible fer una pel·lícula "sense ràbia". El director d'Els Joglars, que va patir en més d'una ocasió les conseqüències d'una època de repressió, assegura que aquest film és possible perquè "ja hi ha una visió distanciada d'aquells anys, i això permet afrontar-los sense ira".
HERALDO. 29/10/2002
Para Ramon Fontserè, que ya hizo un papel protagonista en el filme Soldados de Salamina, Franco era "un poco esperpéntico como personaje, nosotros no nos vamos a inventar nada". En su opinión, quienes vean el filme y no recuerden o no hayan vivido el franquismo "se preguntarán cómo era posible que un señor mediocre, gris y tan hecho fosfatina mandara en España. Es muy fuerte que cuando ya estaba totalmente demente y acabado, todavía mantenía el poder, con coletazos de crueldad terribles", añadió el actor.
Boadella roda a la Bisbal les escenes del film de Franco que a Madrid no li han deixat fer.
EL PUNT. La Bisbal d'Empordà, 08/04/2003
"Aquestes escenes de la Bisbal formen part d'un bloc que mostra la solitud del dictador, els seus deliris, en ser un home senil que viu totalment allunyat de la realitat", explica el director. Un viatge del dictador, mentre es dirigeix a inaugurar un pantà, és l'excusa de Boadella per mostrar un Franco que cau en la fabulació i reviu moments gloriosos: "En el camí s'atura en un poble abandonat, però la seva ment l'omple de gent, igual que l'esglèsia, on fa aparèixer cardenals, que li donen la comunió. Segons el director, aquest bloc forma part i complementa el de Belchite. "Tenim un dictador senil, amb deliris que el porten a fer dins la seva ment aquesta fabulació, recordant moments gloriosos.