Alias Serrallonga

L'OBRA

Estrenat el dia 8 de desembre de 1974 al Polideportivo Anoeta (San Sebastián)
Es va representar fins el 26 de juliol de 1976.

Àlias Serrallonga és una història i llegenda en un acte sobre el bandoler català del segle XVII Don Joan de Serrallonga. És un espectacle de mim i pantomima amb text, danses i cançons populars. L’acció se situa:

  • A l’escenari, significant un petit teatrí amb decorats de salons i jardins.
  • Al pati de butaques, sobre dues plataformes muntades sobre les butaques, una d’elles amb una torre de 5 metres d’alçada per on s’enfilen els bandolers.

L’estiu del 74 va ser un temps esplèndid: les esperances sobre l’imminent final del dictador ens feien preveure un futur apassionant per a la nostra generació, i el treball sobre el bandoler sorgia com un crit de llibertat contra les tiranies. Emparats en una història del segle XVII, presentàvem amb coratge totes les pistes per a una interpretació contemporània dels fets, i el públic català se sentia encara solidari d’aquella versió efervescent. Nosaltres també ens sentíem més feliços que mai, inconscients dels negres presagis que ens envoltaven.

Memòries d’un Bufó, Albert Boadella

Equip artístic i tècnic


Actors

Albert BOADELLA
Pau CASARES
Marta CATALÀ
Anna Rosa CISQUELLA
Víctor MARTÍNEZ DE LA HIDALGA
Núria NEBOT
Fermí REIXACH
Gabriel RENOM
Elisa CREHUET
Glòria ROGNONI
Ferran RAÑÉ
Jaume SORRIBAS

Equip tècnic

Direcció: Albert BOADELLA
Escenografia y figurins: Fabià PUIGSERVER
Música: Pau CASARES
Espai escènic: Els Joglars

Durant l’espectacle s’utilitzen textos de Luís de Góngora i Joan Maragall; música barroca i popular catalana.

GALERIA D'IMATGES

PREMSA

Alias Serrallonga una reflexión sobre Cataluña y los
catalanes

Destino
04/01/1975
Xavier Fàbregas

Alias Serrallonga es una reflexión sobre Cataluña y los catalanes; no una
reflexión ensimismada sino una reflexión dinámica a partir de la cual explanar
unos sentimientos que culminan al fin, en el sarcasmo. Ya que el sarcasmo sirve
a Els Joglars de revulsivo y de definición, a la vez, ante una peripecia colectiva,
la nuestra, hecha de quejidos, justificados los unos, muestra de una ineficacia
secular y congénita los otros.
En Alias Serrallonga la figura del bandolero aparece envuelta en una serie de
elementos populares – la música, los gigantes, los cabezudos, etc.-, ya que en
realidad es él mismo quién se ha convertido en un elemento más de los signos
identificadores de una cultura. Dentro de dicho contexto hay que considerar la
actuación del bandolero y de sus hombres, a fin de entender su dialéctica con el
poder constituido, un poder lejano y extraño que no brota del país, sino que
gravita sobre él. Para decirlo con otras palabras: los campesinos del siglo XVII
constituyen una sociedad sin órganos de diálogo que ha de enfrentarse con un
poder absoluto, “providencial”; breve, una sociedad que queda inerme, ante
unos métodos de explotación que le son aplicados desde fuera. La única
alternativa del campesino, una vez el hambre ha destruido los hábitos de
sumisión y de rutina, es la hostilidad abierta, el desafío contra el poder, o , si se
ha de ceder, la instrumentalización a las órdenes del poder, el convertirse en
una herramienta de represión.
En Alias Serrallonga podemos distinguir unas etapas sucesivas, si es que nos
decidimos a simplificar la riqueza de ingredientes que lo componen y que en
realidad le conceden su atractiva complejidad. En una primera etapa la sociedad
agrícola se autoabastece, sin advertir que su esfuerzo colabora a sustentar las
fuerzas que frenan el progreso y que acabarán por hundirla; un segundo
momento viene definido por la falta de bienes necesarios y por la insurrección;
la tercera etapa nos ilustra sobre los mecanismos de represión y nos sitúa ante
dos mundos que mutuamente se excluyen; finalmente el tono épico que parece
adquirir el espectáculo viene quebrado por la irrupción de un nuevo valor, que
rompe la dialéctica pueblo inmediato-poder lejano, a favor de un aplazamiento
del desenlace, facilitado por el egoísmo y la corrupción. En efecto, el turismo
será un recurso “providencial”, a fin de aplacar momentáneamente las
necesidades más urgentes; y el pueblo ayer rebelde se dejará expoliar
burlescamente representado por el strip tease de Joan de Serrallonga. En tanto
que símbolo, motivo de regocijo para indígenas y forasteros, sobre los
calzoncillos del héroe legendario capearán las cuatro gloriosas barras de la
enseña común.
En el sarcasmo vertido sobre el mundo convulso y vital de los campesinos y
bandoleros –dos vertientes de una misma manera de ser- aparecen los tonos
cálidos que dan la comprensión de un hecho entrañable; el mundo del poder,
representado por la corte de los Habsburgo, lo vemos en todo momento como
un mundo grotesco, de una negatividad radical. Al no mantener relaciones con
el pueblo el poder se convierte en una superestructura que sólo puede sobrevivir
si consigue llevar adelante su negación de la historia; y esta negación sólo puede
prosperar mediante la violencia sistemática.
La exposición precedente queda de un molesto esquematismo. El mérito de
Alias Serrallonga, lo que le convierte en uno de los dos o tres montajes teatrales
importantes que se han producido en este país de 1946 hacia aquí, consiste en la
abundancia de sus elementos; una abundancia de la que, de manera
espontánea, se desprende una manera de entender y contemplar la vida propia
de los parajes en que vivimos. Las simplificaciones a que hemos procedido son
una labor posterior que uno puede realizar después de haber contemplado el
espectáculo; simplificaciones, sin embargo, que éste supera de manera generosa
y amplia.