Estrenat el dia 9 de desembre de 1981 a l’ Aula de Cultura d’Alacant.
Es va representar fins el 30 d’abril de 1983.
Paraules d’homenatge a Alfred Jarry i al “Doctor Oriol”
La nit del 10 de desembre de 1896, els espectadors que assistien a l’estrena de UBÚ REI, a París, van obrir els ulls, al·lucinats, després de sentir un MERDRE! Imponent, llençat des de l’escenari com a primera paraula, seguit, per si això era poca cosa, d’una estranya farsa despenjada, amb diàlegs absurds, i moral inexistent. Allò era més del que podia suportar aquell “higiènic” auditori, que bramava indignat. Com és de rigor, pocs d’ells tenien consciència d’assistir a una representació que marcaria una pauta transcendental en el futur teatre contemporani. Des d’aleshores, el personatge inventat per Jarry ha seguit una llarga carrera de prostitució en mans de les intencions més diverses. Potser perquè UBÚ ho és tot i no és res en concret, perquè no té època, perquè no té lloc, perquè no té història.
Traslladat a la realitat d’avui, podria ser Amin o Bokassa, però per què no Giscard?, o el gerent de l’oficina? També era el mestre d’escola del petit Jarry i ell més tard es va transmutar en el personatge que havia creat.
Avui no hi ha dubte que els nostres auditoris suportarien plàcidament aquella poc formal representació de l’any 1896. Aquelles formes han estat absorvides, l’espectador no se sorprendia ni que li aboquessin des de l’escenari quilos de la MERDRE de l’UBÚ. En tot cas, l’únic problema seria amb la Delegació de Sanitat.
Però UBÚ no ha deixat d’existir. Potser la majoria de la humanitat és UBÚ en potència; descomptant les excepcions d’algun que altre Hamlet, Segismundo o Manelic. De tant en tant un d’aquests petits homes es desinhibeix, treu fora el seu UBÚ particular, munta aparells judicials, ministeris, exèrcits, etc… i ja la ballem!
Aquest devia ser el raonament seguit pel “Dr. Oriol” en basar la seva terapèutica psicodramàtica en aquest ampli personatge: Treure la gran quantitat d’UBÚ inconscient que l’Excels portava dintre per tal que, desfogant-lo en la clínica o a l’escena, ens l’estalviessim de sofrir-lo en la realitat. Es, sens dubte, una labor de civisme.
Estic convençut que un tractament similar aplicat a Hitler per un Oriol de l’època, hagués donat un resultat positiu per a la humanitat sencera. Per descomptat, els principis d’improvisació haguessin estat diferents.
Potser cent o mil costelles de xai diàries, disfressades de jueu, que el pacient s’entreté a torrà dins un forn; nomenar-lo catedràtic d’art i deixar-li “retocar” amb pintura negra Picassos, Goyas, Vermeer, etc. , etc.
En fi, per cares que poguessin resultar aquelles sessions, comptant el preu de la carn i de les pintures autèntiques, mai no tindrà comparació amb el preu que va pagar el món per aquesta omissió.
Si el “Dr. Oriol” va curar el seu pacient mitjançant UBÚ i avui nosaltres intentem reproduir aquelles sessions amb els nostres “pacients” espectadors, no hi ha cap dubte que UBÚ continua essent útil. Potser només es tracta de canviar-ne alguns detalls, però estic segur que l’any 1981 Jarry sabria trobar la forma adequada per a fer aixecar d’indignació un auditori actual. És possible, doncs, que més encara que el propi UBÚ sigui l’actitud del propi Jarry la que continua perdurant i, sobretot, la que continuem necessitant si no ens volem morir d’avorriment.
Albert Boadella
Jesús AGELET
Anna LIZARAN
Joaquim CARDONA
Pepe RUBIANES
Imma COLOMER
Antoni SEVILLA
Joan FERRER
Jaume SORRIBAS
Lluís HOMAR
Direcció: Albert BOADELLA
Ajudant de direcció: Glòria ROGNONI
Escenografia: Fabià PUIGSERVER
Figurins: Fabià PUIGSERVER
Ajudant d’escenografia: DINO IBÁÑEZ
Figurins: Isabel ABELLAN
Electricitat: Xavier CLOT
Maquinària: Joan PONCE – Domingo SAN
Espectáculo producido por el Teatre Lliure de Barcelona y únicamente representado en este teatro.
PSICODRAMA EN ESPAÑA
Publicado en diferentes periódicos el 26 de abril de 1981
Al mismo tiempo que el teniente coronel Antonio Tejero y sus doscientos
guardias civiles irrumpían en el Palacio de las Cortes de Madrid, para
protagonizar el tremebundo espectáculo que, gracias a la televisión, ha dado la
vuelta al mundo, en el antiguo y popular barrio de Gracia, en Barcelona, un
grupo de actores del Teatro Lliure interpretaba ante un público más reducido -
pero no menos hechizado por lo que veía- una farsa concebida y montada por
Albert Boadella: Operación Ubú. Por casualidad, me tocó ver con diferencia de
horas la grabación de lo ocurrido en las Cortes madrileñas y la función catalana.
Las imágenes de ambos sucesos han quedado estrechamente asociadas en mi
memoria en una relación que, estoy seguro, ella sí no tiene nada de casual.
La captura del gobierno y de los parlamentarios españoles por ese pelotón de
hombres armados, que zarandean a un anciano valeroso, obligan a toda la
dirigencia política civil del país a ponerse a cuatro patas y la amedrentan con
ráfagas de metralleta y ni siquiera atinan a cortar los micrófonos de las
radioemisoras y los cables de la televisión que revelarían al mundo su
anacronismo y brutalidad, fue, -excluida toda consideración de orden político,
juzgando la forma del suceso- un hecho de una contundente teatralidad. No un
drama ni una tragedia, desde luego; una farsa de subido color melodramático, y
de una dislocación y desmesura parecidas a las utilizadas por Boadella para
burlarse rebelesianamente de las costumbres e instituciones catalanas (sobre
todo) de la propia Presidencia de la Generalitat.
La diferencia entre ambas farsas es que la que tuvo como héroe al teniente
coronel Tejero fue mediocre y poco creíble, por su vulgaridad y simplismo, y la
del Teatro Lliure totalmente convincente y verídica por su creatividad y el
refinamiento intelectual y la pericia artística con que ha sido escrita y ejecutada.
¿Puede concebirse una representación más esquemática y de simbolismo más
rudimentario que la que tuvo por escenario a las Cortes? En cualquier teatro
hubiera provocado el bostezo y la risa por su irrealidad. Es verdad que en
España -se hubieran dicho los espectadores- coexisten dos tendencias. Una,
inmensamente mayoritaria, como lo han mostrado todas las consultas
electorales, favorables a la democracia y a la libertad, al sistema constitucional y
a las formas abiertas y tolerantes de vida y pensamiento que caracterizan al
occidente europeo, y otra, ínfima en número, rezagada, oscurantista, aturdida
por los cambios que ha traído consigo el postfranquismo, que se empeña
absurdamente en retroceder el reloj de la historia y se niega a ver que la España
de hoy no es ya la de hace medio siglo -una sociedad subdesarrollada- sino un
país moderno, cuyas estructuras sociales, económicas y culturales han
evolucionado hasta el punto de ser absolutamente inconciliables con la
dictadura vertical, paternalista y castrense que añora.
Los críticos hubieran crucificado unánimes al infeliz autor de la farsa
(ignominiosa mente titulada, sin duda, "Las dos Españas" o "Civilización y
Barbarie") por haber fantaseado un episodio tan crudo para describir el
conflicto entre aquellas dos tendencias. Es demasiado demagógico e inocentón
enfrentar, en el recinto de las Cortes, a la España civilizada, libre y culta que
encarnan estos civiles elegidos por los españoles en elecciones impolutas y a la
España retrógrada en un puñado de uniformes destemplados, matonescos y
pistoriles, hubieran dicho.. Aunque el antagonismo existe, resumirlo en un
episodio tan chabacano y caricatural, en el que ni siquiera nos han sido
ahorrados los puñetes, las palabrotas y la sintaxis cómica de los golpistas ("Se
siente, coño, señor Suárez") es desnaturalizarlo en su forma y en su esencia,
abstraerlo en un esquematismo tan rígido y arbitrario que pierde todo contacto
con la realidad que pretende dramatizar y lo que, en verdad, llega a mostrar no
son los conflictos políticos de España sino los prejuicios ideológicos y la
indigencia creativa del autor. Las cosas no suceden en la vida real como en esa
torpe copia del peor realismo socialista.
¡Qué diferencia con la sutil y hermosa sátira pergeñada por Albert Boadella y ese
conjunto excepcional de actores del Teatre Lliure! Como (injusticia flagrante)
un número infinitamente más modesto de espectadores ha disfrutado de ella
que de la otra, es preciso resumir su argumento. Un alto personaje político de
Cataluña ."el Excelso"- aquejado de un tic en la cara que estropea sus
presentaciones públicas, se pone en manos de un psiquiatra, el doctor Oriol,
seguidor de las teorías terapéuticas del rumano Jaooc Levy Moreno, el inventor
del Psicodrama, para quien el cuerpo y el gesto deben unirse a la palabra en la
expresión cabal de la realidad psíquica del paciente.
El doctor Oriol induce al Excelso y a su esposa a interpretar, bajo su dirección y
con ayuda de un grupo de "egos auxiliares", una serie de psicodramas en los que
el político debe identificarse con Ubú, el déspota absoluto de Alfred Jarry.
Reticente y angustiado al principio, el Excelso termina por personificar, con
total plausibilidad y evidente placer, al sanguinario Ubú, dando libre curso a sus
tendencias reprimidas que, en las sesiones psicodramáticas, afloran
irresistiblemente por sobre su apariencia de hombre suave, educado, idealista,
laborioso y pacífico. Embocado en la máscara y la panza de Ubú, ese dechado de
perfección da cuenta, alegremente, de monarcas, capitalistas y militares, usurpa
el solio pontifício y hasta la divinidad. Su frenética ambición de poder, riqueza y
gloria, libre de los frenos conscientes, se desparrama a chorros en la acogedora
impunidad de las sesiones que inspira la batuta del doctor Oriol.
Lo que en las Cortes faltaba, aquí, abunda: el matiz, la sutileza, la complejidad,
la ambigüedad. Todo aquello que, precisamente, nos persuade de la "realidad"
de una obra literaria. En Operación Ubú los hechos ocurren simultáneamente
en distintos planos y su naturaleza se modifica según la perspectiva desde la que
se los juzga. En un sentido, se trata de una acerba crítica de la visión parroquial,
mezquina, auto-complaciente que tiene una cierta clase social catalana. En otro,
de una llamada de atención, de corte libertario, sobre los peligros del poder y los
cataclismos que puede provocar si no se lo mantiene siempre circunscrito y
vigilado. Y, en otro, de una aguda recusación del psicoanálisis en general y del
psicodrama en particular, cuyas limitaciones e ingenuidades muestra
gráficamente. En última instancia, es posible sostener que el tema central de
Operación Ubú no es político sino el propio teatro, una exploración de las raíces
que en el fondo más secreto de la personalidad tiene esa voluntad de
representar que es tan antigua como la sociedad. A diferencia de lo que le ocurre
viendo la versión televisada del suceso de las Cortes, ante, ante un espectáculo
como el de Boadella el espectador tiene la certidumbre de tocar la verdad y la
vida.
¿Qué conclusiones sacar de esta comparación? Por lo menos una, que ya
sabíamos, pero que conviene recordar pues, a pesar de tantas pruebas en
contrario, muchos aún niegan: no son las obras más logradas artísticamente las
que mejor "reflejan" la vida, sino las mediocres y fallidas. La vida, la realidad,
son mala literatura.
El Periódico. Gonzalo Pérez de Olaguer
Operació Ubú es algo sano, medido y potenciado para reírnos –Boadella el
primero- de muchas cosas. ¿Es ello siempre lícito? Ahí está la polémica. Yo les
recomiendo el espectáculo totalmente.
Noticiero Universal. P.G.
Joaquim Cardona, Ubú ha estudiado hasta el último repliegue a su víctima y
Anna Lizarán es un personaje espléndido en la mujer del presidente. El resto del
equipo mantiene un nivel extraordinario de matices –los personajes populares,
mujeres de limpieza, guardaespaldas y funcionarios son perfectos y
agradecidos-. Buen ritmo, un gag final impagable, una obra que deja el país en
calzoncillos a través de desmontar sus instituciones. Hubo polémica en el Teatro
Lliure en el entreacto y seguramente mucha más al finalizar el espectáculo, con
todo su desmadre tan típicamente boadelliano. Una obra para ver sin prejuicios
y que toda la oposición política disfrutará a rabiar. Lo que no está nada mal.
Hoja del lunes. Salvador Corbero
...las gentes del Lliure, con Boadella a la cabeza, se han lanzado al desmadre más
absoluto, pero manteniendo siempre claras las líneas caricaturescas sobre las
que se apoyan, por más que subrayen una y otra vez la autenticidad de esas
reacciones y dejen los trazos, por muy gordos y recargados que sean, limpios de
borrones y tachaduras. Y así, el espectáculo escapa muy pronto de todo tipo de
limitaciones, y obliga al espectador a lanzar una tras otra carcajadas continuas,
aun cuando muchos de los conceptos vertidos en la escena hieran íntimamente
algunas de esas inmutables ideas que atesora cada individuo en particular.
Excels Boadella
El Periódico. Margarita Rivière
Esta Operació Ubú es como un espejo que ponen delante para que
comprobemos nuestro estado de salud. La imagen que nos devuelve el espejo
supera el mundo de lo fantástico para convertirse en hiperrealismo abierto:
nuestra salud mental se mide en la carcajada que es capaz de provocarnos. Al
genio de Boadella y sus compañeros habrá que agradecerles la oportunidad que
nos han dado de ejercitar la inteligencia.